domingo, 27 de mayo de 2012

FAU - "Anarquismo Especifista, Acción directa anarquista: Por la construcción del poder popular"

A la memoria de Alberto “Pocho” Mechoso,
“Santa” Romero,
León Duarte,
y en su nombre a todos los Anarquistas de Acción.


“Al fascismo no se le discute, sino que se le destruye, porqué el fascismo y el capitalismo son una misma cosa.”
Buenaventura Durruti
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1. A modo de presentación e introducción.

Entendemos conveniente la cita a documentos recientes de nuestra organización a los efectos de presentarnos y meternos en el tema que nos convoca.
La visión que del anarquismo propugna la FAU se constituye en torno a una crítica de las relaciones de dominación en todas las esferas del quehacer social (políticas, económicas, jurídicas, militares, educacionales, culturales, etc.), crítica que se redefine permanentemente según la sociedad y el momento histórico concreto en que tiene lugar.
Al mismo tiempo es un proyecto de sociedad distinta basada en otras relaciones sociales y valores. En su accionar práctico, el anarquismo se destacó especialmente como parte de las luchas y realizaciones de un sector del movimiento obrero internacional. Fue activo también en diversas luchas reivindicativas y revolucionarias. Ejemplo de esto es la fuerte participación de militantes anarquistas en la Revolución Española. Lugar donde plasmó anarquismo real a nivel del funcionamiento global de regiones enteras. Experiencias sociales de envergadura merecen tener un estudio de funcionamiento más a fondo, como la Insurrección de los Campesinos de Ucrania, los levantes del Magonismo en México, la Junta de Aragón en la Revolución Española ya nombrada así como otros eventos de nuestra historia.
El anarquismo como crítica del capitalismo y de su estado que se presenta ficticiamente como poder separado y por encima de la sociedad, como crítica de la burguesía y de la burocracia, como crítica de la dominación y el autoritarismo deviene necesariamente en actitud de lucha y en las luchas sociales de las clases oprimidas encuentra su razón.
Entendemos una forma de relación en la sociedad, una relación que haga compatible lo individual en el marco de lo colectivo. Y al mismo tiempo, entendemos la libertad como basada en la responsabilidad y no en la coacción. Por ello entendemos el reino de la libertad como un responsable y permanente esfuerzo de trabajo, autodisciplina y conciencia. Con un posicionamiento individual donde la carga de valores agregados sea basada en la iniciativa, el autodidatismo, la participación y la necesaria agresividad política para implementar y defender las ideas y formas más socializadoras de la vida.
Realizar en términos sociales e históricos concretos los principios y valores fundamentales del pensamiento libertario, nos lleva de la mano al problema  político: a la ruptura del sistema actual  y creación de otro orden social.

2.   Anarquismo Especifista.


a. La necesidad de la organización Anarquista.
“Una aversión inconsciente, por lo demás, se le encuentra incluso en medio de no pocos que se profesan partidarios de la organización, pero la aceptan sólo como una necesidad de la lucha con el preconcepto de hacer con ello una forzada transacción con el principio anarquista, y son llevados o a darle poca importancia o a descuidarla, o bien aceptarla tal como es la sociedad actual, con sus defectos autoritarios de casi siempre”. Así nos dice Malatesta sobre la necesidad de la Organización Política Anarquista, y aún no solo sobre ello, sino también sobre el carácter de la misma en la crítica hacia los “defectos autoritarios de casi siempre”.
Se trata entonces, de gestar, de concebir y practicar un tipo de organización, que nosotros la entendemos Federalista, con prácticas, normas, estilos, que generen una nueva humanidad, una nueva civilización. Desde nuestra organización y hacia el medio popular. Y así profundizando un poco más la idea de desarrollar una organización no solo para las necesidades tácticas del presente. La misma no puede ser circunstancial, una necesidad momentánea, debe ser la roca donde tallemos nuestras pasiones y ansias a futuro, nuestra utopía, nuestra Libertad.
“Nosotros creemos, en cambio, que la organización no es una necesidad transitoria, una cuestión de táctica o de oportunidad, sino que, en cambio, es una necesidad inherente a la sociedad humana, y debe ser considerada por nosotros como una cuestión de principio”. Y no creemos que la Anarquía sea en sus principios enemiga de la organización, pensamos nuestra sociedad futura como una organización libre, pensada y practicada por todos los intereses comunes.
Para nosotros el autoritarismo, o bien le podemos llamar “la autoridad”, no solo es enemiga de la organización social, sino que lejos de fortalecerle y proyectarla la parasita, obstruye su evolución y a su vez encamina sus ventajas a favor de una clase social que exprime y explota a las demas. Somos anarquistas y gracias a ello pensamos esto de la autoridad y los autoritarismo, “pues si creyésemos que no puede haber organización sin autoridad, seríamos autoritarios, porque preferiríamos aún la autoridad que obstruye y ensombrece la vida, a la desorganización que la hace imposible” (citando a Malatesta).
A su vez, se ha hablado y se habla del partido anarquista. Si el término partido conlleva como concepto un conjunto de individuos que tienen un objetivo  común y se esfuerzan para alcanzar el objetivo, es normal que se entiendan, que coordinen sus fuerzas, dividan el trabajo y tomen todas las medidas estimadas aptas para llegar al fin definido, no vemos problemas más allá de lo terminológico o semántico, en nuestro medio preferimos llamarle Organización Política, dando por cierto el papel negativo y absolutista de los llamados partidos.
Sobrevivir aislados, trabajando cada cual por su lado sin entenderse con otros, sin entrenarse y prepararse, sin juntarse en un puño fuerte para golpear “significa condenarse a la impotencia, malgastar la propia energía en pequeños actos sin eficacia y perder bien pronto la fe en la meta y caer en la completa inacción”. “Nosotros entendemos por partido anarquista el conjunto de aquellos que quieren concurrir a realizar la anarquía, y que por eso tienen necesidad de fijarse un objetivo a alcanzar y un camino a recorrer… Por consiguiente, los anarquistas son un partido y tienen un programa, aún aquellos a quienes estas palabras desagraden” (Malatesta).
Así, con una organización anarquista sin autoritarismo, es que tomamos del mismo teórico y militante el principio de que “la libertad no es el derecho abstracto, sino la posibilidad de hacer algo: esto es verdad entre nosotros como en la sociedad en general”.
En síntesis el planteo involucra un triple aspecto: la organización en general como principio y condición de vida social, la organización de la Organización Política Anarquista, y la organización de las fuerzas populares, el movimiento popular.
En estos aspectos se concreta y fortalece la unidad de los anarquistas, el encuentro para practicar una nueva humanidad, y programar y delinear la estrategia con la que desarmaremos este mundo. Pilares y principios como la igualdad, la democracia directa, la autonomía, independencia de clase, autogestión, son elementos constituyentes esenciales para los libertarios del mundo. Ellos deben de ser, por ende, fundamentales en la organización que busque constituirse.

b. ¿Cual Organización Política para este período histórico?.
Esto nos lleva de la mano a plantearnos el papel de la organización política en este periodo histórico. Los partidos de “vanguardia”, los que “representaban” al proletariado y el pueblo parecen estar más en bancarrota que nunca. Si se toma nuestra América Latina en estas últimas décadas hay ricos ejemplos de cómo esos partidos, estuvieron al margen o en posiciones de reproducción de lo existente, en las tantas movilizaciones trascendentes y puebladas que llevo adelante el abajo en gran parte impulsado por organizaciones sociales de amplio espectro.
Pero al mismo tiempo que protagonizan luchas social-políticas de relevancia y más allá del planteo de los partidos de “izquierda” hay un momento en el que hacen agua, queda un vacío que de inmediato es llenado por los conocidos de siempre, los reformistas. Casi todas las evaluaciones sobre ese vacío se hacen desde una lógica de la ausencia de partidos de vanguardia que apunten a tomar zonas del estado o del funcionamiento estatal actual con miras a iniciar un proceso desde ahí. Vale decir que analizan o proponen desde la misma lógica que hizo que los partidos de “izquierda” estuvieran ausentes o negando esos caminos populares como válidos.
Casi no aparece planteado que el asunto sería otra forma de hacer política y otra forma de concebir a la organización política, el rol que debe cumplir lo político hoy  a la luz de la experiencia histórica transcurrida. Ya no funciona lo de “furgón de cola” y creemos que tampoco lo de “polea de transmisión”, puede ser que sí funcione aquello de “pequeño motor”. El papel de la organización política sigue siendo válido y cubre un espacio que es distinto al de la acción de las organizaciones sociales. Pero cada vez más parece necesario precisar prolijamente su área de acción y las prácticas que a él corresponden.
Ubicamos así dos ejes de acción, dos niveles (sin ser uno superior al otro), dos esferas (según se le denomina en diferentes partes de América): la Organización Política propiamente dicha, y el nivel de Inserción Social.
La Organización es la que nuclea a los Anarquistas, como se ha dicho antes, actúa organizando con cohesión a los miembros, busca su crecimiento, ordena la lucha. En definitiva explora y desarrolla el fortalecimiento de los Anarquistas para formar una buena fuerza social.
Pero a su vez, y en relación a la fuerza social y en la construcción de un Pueblo Fuerte se trabaja el nivel de la inserción social. Ella busca empapar al pueblo en la lucha, y actuando los anarquistas en la proyección de su ideología. La organización como motor, impulsora del movimiento popular, jamás una vanguardia glorificada por sí misma. La inserción debe ser cuidadosa y respetuosa de la pluralidad del medio donde peleamos. Debe incluir la diversidad de opiniones y comprender a la revolución como el proceso donde desarrollamos nuevas prácticas, nuevas relaciones, entre otros elementos. Debe la organización política ser rigurosa en el análisis, saber donde se introduce, sus características fundamentales, las dinámicas que se genera, el ritmo de cambio en las relaciones.
En definitiva la inserción social que pretenda desarrollar la organización especifista será la fuerza popular que pretenda desplegar, será el movimiento de ruptura. Aquello que se antepondrá al sistema de opresión.

c. Teoría, Ideología, Práctica.
Nos parece bueno delinear dónde ubicamos lo teórico, y donde las intenciones humanas, donde ubicamos la necesidad de continuar estudiando, y donde ponemos el acento  profundizando nuestro conocimiento para entender mejor el contexto donde se ejerce la lucha revolucionaria.
La teoría en cuanto a lo social, que es nuestro objeto en este momento, apunta a la elaboración de instrumentos conceptuales para pensar y conocer todo lo riguroso y profundo que nos sea posible del conjunto social concreto, en definitiva, la formación social con sus estructuras y prácticas. Así es que hablamos de teoría que podría ser equivalente a ciencia.
La ideología, en cambio, tiene propios elementos de origen no científico, que contribuyen a dinamizar la acción motivándola en base a circunstancias que, aunque tienen que ver con las condiciones sociales existentes, no derivan en sentido estricto de ellas, no están determinadas mecánicamente por lo que en algún momento se llamaron “condiciones objetivas”. Son elementos condicionantes para la ideología: ideas, representaciones, comportamientos, reflejos, sensibilidad. La expresión de motivaciones, la propuesta de objetivos, de aspiraciones, de metas ideales, de utopías, de esperanzas, odios, anhelos, eso pertenece al campo de la ideología.
Entre teoría e ideología es de esperar una vinculación estrecha, ya que las propuestas de la segunda se basarán en el análisis y el rigor de interpretación de la primera, el análisis teórico. La ideología será más eficaz y certera como motor de acción política cuanto más firmemente se apoye en lo que tome de la teoría.
La producción teórica, tiene su carácter específico que se debe ubicar con precisión y sin confusión. La caja de herramientas a usar no excluye creaciones y posibles discontinuidades por más que estas sean episódicas en la historia del conocimiento. De todas maneras es a partir de determinado nivel de conocimiento que se hace posible la creación de un nuevo conocimiento que afectará la episteme de turno. Nuestra intención es dejar dicho con esto, que el conocimiento  del conjunto de la realidad social es susceptible de una profundización teórica infinita. Pues el conocimiento, en tanto tal, es infinito.
Hablamos entonces, diferenciando ideología de teoría, de certidumbre ideológica y de “ignorancia filosófica”, como gustaba decir a Malatesta. “Ignorancia” en el sentido de que el conocimientos es infinito pero no en que debemos tender a conocer el máximo posible en nuestro tiempo para que nuestro acciones social – político no de palos de ciego.
El socialismo, la idea y aspiración humana hacia una sociedad distinta, el establecimiento de relaciones sociales justas y solidarias, los sueños de igualdad y libertad son elementos que pertenecen al campo de la ideología. Ella, fuere la que fuere, es inherente a la condición humana, a un ser social. No existen los desideologizados, no existen los “sin intenciones”, los “sin anhelos”, los “sin sueños”, “sin odios”, “sin amores”. Al no haber un sujeto en sí universal (invento de nuestro tiempo) los sujetos han sido muy distintos en diferentes momentos. El sujeto, en tanto construcción y producción histórica es hijo de su tiempo.
La ideología, en sus consecuencias, es fundamental para la acción política, está siempre presente de una manera u otra, es simultánea con la acción. Por momentos es ella la que establece acontecimientos en los que sin duda intervienen un amplio espectro de elementos tales como lo económico, jurídico – político.
Importa ver operando la ideología en las formaciones sociales concretas. En sus prácticas para con el sistema capitalista para sostenerlo y reproducirlo, profundizarlo. Pero también resistirlo, nociones que se dan orden para, en función de sus ideas, establecer límites, darse la solidaridad, analizar y pensar el contexto y desarrollo de su propia realidad. Es de primordial importancia tomar como referencia la ideología desarrollada en los medios obreros (así le llamaremos ahora al conjunto que luego definiremos como clases oprimidas) a través de la historia, y los valores que legó a las aspiraciones de una nueva sociedad sobre otras bases. Allí hay un buen tramo recorrido para nuestras ideas sobre la Libertad, Autogestión, la opresión y la explotación (por citar algunas).

3.   Poder Popular.

El problema del poder, decisivo en un cambio social profundo, sólo puede resolverse a través de la lucha política. Y esta requiere una forma específica de organización: la organización política revolucionaria, para nosotros de matriz libertaria. Sólo a través de su acción, enraizada en las masas, en los diferentes procesos populares, puede lograrse la destrucción del aparato estatal burgués, el conjunto de micro poderes que lo sostienen y recrean. Es imprescindible su sustitución por mecanismos de poder popular visto desde una perspectiva política y asentados en un pueblo fuerte.
Y es necesario destacar brevemente algunos elementos sobre el poder. Uno de ellos es la comprensión de que el poder circula por todo el cuerpo social, por todas las relaciones sociales, con sus manifestaciones y efectos en lo jurídico – político – militar, económico, ideológico – cultural, consolidándose así a nivel de toda la sociedad. A menor escala, el poder adquiere importancia a la luz de la formación de embriones de nueva sociedad, nuevas relaciones, en la entramada de diferentes formas de autoorganización, autogestión.
Ese poder, en esa dimensión chica, debe ser una fábrica de nuevas nociones, resistencias, y técnicas, prácticas nuevas, nuevas nociones de relacionamiento. Debe ser la práctica de la solidaridad, la autogestión. No destruiremos este mundo con sus mismas herramientas de funcionamiento, sus nociones más generales o específicas, lo haremos con el poder de los de abajo. Necesitamos que nuestras herramientas surjan de los procesos sociales concretos, de aquellas prácticas que creemos liberadoras: alimentar nuestro pensamiento y nuestro horizonte, con las acciones cotidianas.
Es claro que no podremos construir el mundo que no nos imaginemos, que no soñemos. Y esta utopía, estos puñados de anhelos, en tanto soñados y pensados deben ser practicados. Allí es donde jugará un papel protagónico la organización política, con su estrategia y táctica.
Dicen que “el poder existe en actos”, lo mismo puede decirse de la revolución. No es una entelequia o algo que ante determinado conjuro viene. No es un acto aislado. Exige prácticas modificadoras, de ruptura, de discontinuidad en campos como el económico, ideológico, el político jurídico, el cultural general. Todo ello se concreta en un proceso con activa participación popular. Un pueblo que lo compondríamos como un amplio espectro de oprimidos y explotados que designamos como conjunto de clases oprimidas. Un pueblo que sufre, dentro de los cambios estructurales ocurridos, una fragmentación que debe ser superada, tender lazos solidarios que lo vinculen en sus partes, que la necesidad de sus luchas constituyan un golpe contra el sistema para ganar espacios y gestionarlos en base a nuevos valores, con el hombre nuevo para un mundo nuevo.

a. Conjunto de clases oprimidas.
Los cambios operados en el campo social, en la sociedad en su conjunto y en particular en la clase trabajadora, han producido un conjunto de nuevas y dispersas prácticas sociales. Es necesario indicar aquí el problema ideológico que esto trae de la mano.
En otro momento histórico, otra articulación del capitalismo, se produjeron con cierto peso un conjunto de ideas, representaciones, nociones, sentimientos, en el imaginario del universo obrero. Los obreros organizados en grandes fábricas se dieron sus formas organizativas para arrancar mejoras, y por ello sufrieron crueles represiones. Las luchas frontales, las condiciones crueles de vida, la solidaridad grupal, despertaron los sueños que tenían que ver con la emancipación social. Si es cierto que sólo se puede organizar lo que tiene nivel de existencia, en estas circunstancias se organizó, en forma primaria y también con cierto desarrollo una ideología antagónica, enemiga del sistema capitalista y con aspiraciones de otro mundo, otro ordenamiento social.
Valores como la solidaridad, el apoyo mutuo, soñar y anhelar un mundo distinto al existente, ubicar al opresor y explotador como enemigo irreconciliable. Cuerpos que fueron disciplinados para el trabajo regular y en serie, y que recrearon esa condición en orgullo de ser trabajador, de producir bienes para toda la sociedad, de estimar su tarea como primordial para alcanzar el bienestar.
¿Han muerto estos valores, ideas, junto a la etapa del capitalismo que duró hasta hace cerca de tres décadas?, ¿fueron eliminados estos elementos ideológicos con la fragmentación?.
Comprendemos, en un principio, que no es así, comprendemos, y así nos lo indican muchos y serios estudiosos, que la ideología no tiene el mismo ritmo de cambio que otras estructuras sociales, que tiene la capacidad de permanecer aún desaparecidas las condiciones que le dieron existencia. Estaría, en nuestra opinión, toda esa producción de valores y nociones aún viva y mezclada con nuevos valores generados y producidos en el devenir de la historia. Allí estarían elementos sustanciales, en el imaginario popular que es tan material como cualquier otra materia.
¿Qué ha quedado de esta ideología, donde esta?, ¿Por qué es necesario hablar de cosas que no sabemos donde están? Tenemos la convicción de que sin una ideología antagónica, de valores obreros, no hay posibilidad de superación de este inmundo sistema. Y que en nuestro continente hay expresiones ideológicas diversas que deben ser estudiadas y que sin comprenderlas, conocer sus valores, nociones, códigos específicos, la comunicación de una organización política se puede parecer a arar en el desierto. Se nos hace más que necesario encontrar, ubicar, esos elementos ideológicos, no perdidos, aún latentes y con expresión vital, cotidiana.
La población originaria no puede ser reducida exclusivamente a la categoría económica de agricultor, campesino. La opresión hacia diferentes etnias, afro descendientes, la situación de la mujer, el marginado que carece de cosas fundamentales. En este contexto, universo, no podemos generar ideología proletaria clásica, con criterios economiscistas, relacionada en exclusividad a su trabajo o producción. Debemos comprender las formaciones sociales y a los oprimidos en su cotidianeidad, en lo que vive diariamente y en cómo lo vive.
Pero volvamos al esquema anterior. Entendemos que ese esquema general, en abstracto formal, de definir las clases, que sin duda a ese nivel existen, entre burguesía y proletariado resultaba prácticamente poco o nada operativo cuando el análisis se establece al nivel de las formaciones sociales.
Hemos visto a través de la discusión, los congresos de FAU, realizar un abordaje prolijo en cuanto a clases sociales en esta etapa del capitalismo. Se pensó la necesidad de formular el concepto de clase de acuerdo a los cambios operados. Fundamentalmente se estimó que la base económica exclusivamente no resultaba suficiente para una definición de clase. Se apunto, grosso modo, a tener presente como se expresa hoy el conjunto complejo y articulado de relaciones de dominación en los campos de las relaciones sociales.
“Claro está que en países capitalistas atrasados y dependientes como los latinoamericanos – con su particular estructura económica y social más afectada y debilitada que en otros períodos – no puede pensarse en las posibilidades de un proceso revolucionario protagonizado exclusivamente por los nucleamientos del proletariado fabril ni siquiera por los asalariados en su totalidad. Menos aún en este momento histórico, donde por ejemplo nuestro continente tiene enormes contingentes de desocupados, excluidos, súper explotados y semiocupados. Donde las estadísticas nos dicen que más de la mitad de sus habitantes están en la pobreza o por debajo de la línea de pobreza o indigentes.
Es preciso pensar en la construcción, como herramienta estratégica básica de un Frente de Clases Oprimidas que procure tener como núcleo central a la clase trabajadora (o un sector de ella) pero que incluya además y en igualdad de derechos a los trabajadores rurales, campesinos, a la gran diversidad de trabajadores por cuenta propia – sector progresivamente engrosado por la crisis y las respuestas del sistema ante los cambios tecnológicos – , a los marginados que reclaman trabajo, al estudiantado y diversas y nuevas expresiones autogestivas populares. Creemos en principio que hay que agregar aquí reivindicaciones por derechos de distintos sectores, tales como el movimiento negro, indígena, feminista, y otros derechos humanos. Y considerar especialmente, desde determinado ángulo, la problemática ecologista. Sin dejar de  tener presente a la clase trabajadora, especialmente sus calores antagónicos, globalmente el “sujeto” sería entonces el espectro de clases oprimidas”.
“El frente de clases oprimidas a que hacemos referencia se constituye como una red de relaciones permanentes, ligadas programáticamente, de la multiplicidad de organizaciones de base capaces de expresar en la lucha los intereses inmediatos de estos sectores sociales y de desarrollarlos y profundizarlos en el sentido de metas y orientaciones de tipo transformador, de constituirlos en fuerzas sociales de gravitación efectiva”.
Esto lo traducimos en el terreno de las luchas, a la organización de varios problemas: la vivienda, tierra, salud, enseñanza, derechos humanos, sostener conquistas ya alcanzadas, la previsión social, el cooperativismo, la autogestión. Problemas articulados y reticulados en la fuerza que podamos generar los de abajo en una lucha constante y sostenida contra el capitalismo. Ante todo, generando prácticas, fortaleciendo la ideología, con una Organización Política Anarquista fuerte.

b. El sujeto de cambio hay que producirlo.
“El sujeto también es una producción histórica” nos avisan los estudiosos y por lo tanto hay que poner en funcionamiento prácticas de liberación que lo vayan produciendo y organizando. O fortalecer aquellas que ya están funcionando. El conjunto de prácticas del sistema, más las heredadas de otros brutales sistemas anteriores, se han orientado a crear un sujeto individual-colectivo que encaje lo más profundo posible en el orden existente, en los valores que lo sustentan. No cabe duda que es mucho lo que han logrado “internalizar” en ellos-nosotros.
Siendo así otro sujeto histórico no vendrá de la nada, no aparecerá como arte de magia, debe ser el fruto de prácticas que internalicen otras cuestiones que chocan con lo dominante. La participación efectiva, la autogestión, la acción directa, la forma federal de funcionamiento realmente democrático, la solidaridad y apoyo mutuo, necesitan de mecanismos, organizaciones, prácticas regulares para su desarrollo. Y sólo si se produce en el pueblo podrá hacer realidad el cambio. Parece claro que necesita constantemente organización en el seno de su activa creación. La continuidad que necesita, para un despliegue que permita el cambio, requiere de una sostenida estrategia. Una estrategia coherente, para que no se desteja lo que en un momento dado se teje. Una estrategia que tenga en su interior un mundo distinto que va desplegando desde el seno de otro que le es antagónico. El famoso “usar todos los medios” puede ser una manera efectiva de asegurar que no se pueda desplegar ninguna estrategia antagónica portadora de los elementos de desestructuración del sistema vigente. Por eso es de principal importancia la estrategia establecida y las tácticas que guardan correspondencia con ella. Tanto en lo social, como lo político esta estrategia debe circular por el interior de todas sus prácticas. Debe tender a formar la fuerza social correspondiente. Hacer realidad en un proceso de ruptura el discurso-práctica.
Esto no implica el todo o nada. Se debe ubicar con la mayor precisión posible cual es el punto de partida, el carácter específico que tienen el conjunto de las relaciones sociales que configuran y sostienen el sistema y cada formación social histórica precisa en la que debemos actuar. Desde lo que es hoy una cruda y brutal realidad social debemos partir, no sirve elaborar soluciones a través de procesos mentales independientes que no guardan relación en como son y se están dando determinados procesos sociales concretos. No se deben fabricar realidades a nuestro gusto o para que encajen en nuestros dogmas o esquemas, pues esto sería más lúdico que político.

c. La Fragmentación y la nueva pobreza.
En el terreno de las relaciones sociales y las consecuencias del modelo neoliberal identificamos una producción nueva de valores y códigos, vinculados al mundo de la pobreza. Ha procurado, mediante la producción de técnicas y mecanismos de poder, un nuevo disciplinamiento generando que la pobreza adoptara comportamientos que la resignara e insertara en esta miserable realidad social.
Desde la FAU hemos reflexionado acerca del titulo que encabeza este punto. Nos parece de primer orden pensar sobre nuevas situaciones, nuevas nociones generadas en el seno de nuestro pueblo. Se abordaría la presunción, mediante interrogantes planteadas, acerca de que determinadas dinámicas sociales podrían desplegarse y profundizarse, y que tendríamos que hacer el esfuerzo de hacer conciencia de ello.
Transcribiremos los referidos apuntes comprendiendo que aún aportan en la procura  de ubicar las situaciones y procesos que están en curso.
“En esta etapa el capitalismo ha logrado una globalización sin precedentes. Ha extendido su política neoliberal a gran parte del planeta. Sus organismos internacionales actúan con coherencia aplastante. Han logrado colorear con una cultura aún más individualista esa gran parte del mundo.
Pero, y esto es lo maravilloso, mientras todos estos mecanismos fundamentales funcionan aceitadamente, con cohesión, en beneficio de un grupo reducido de poderosos, al mismo tiempo producen un efecto de fragmentación hacia abajo. Se fragmenta el mundo del trabajo, los lazos solidarios, la vida social, la propia situación de los pobres.
Y de la mano de esto viene un fenómeno de exclusión de multitudes, de poblaciones sobrantes, la gran y despiadada lucha por la sobrevivencia, de lo que se podría designar como “nueva pobreza”.
Una “nueva pobreza” desesperanzada, donde la perspectiva de trabajo se pierde en el horizonte, para la que se torna imperioso lograr el pan a cualquier costo. O hasta el consumo de objetos menos perentorios, tan propagandeados y para ellos tan negados. “Nueva pobreza” que ve al que tiene mucho, algo, poco, o muy poco, como objeto desde el que hay que obtener alguna pizca de lo que precisa.
Es una “nueva pobreza” y es una “nueva miseria”, pues el volumen es mayor que nunca en la historia y lo que falta, dada cuenta de los adelantos habidos, es más que nunca también. Los “miserables” como nuevos personajes escapados de las páginas de Víctor Hugo, están obligados a contemplar la opulencia, la corrupción, el lujo, todo lo que la sociedad de consumo ofrece sin poder acceder a nada o casi nada.
Y hasta queda marcada la diferencia con los que tienen la seguridad de un trabajo diario, que comen todos los días y que pueden que sus hijos crezcan teniendo lo imprescindible.
¿Este conjunto de cosas no producirá más odio, más sentimiento de ultraje y postergación, no caerá ahí como grotesca burla la palabra justicia sea dicha así de donde sea?.
Por aquí y por allá aparecen menciones de un fenómeno nuevo. Está formulado fragmentariamente y muy superficialmente. ¿Estaríamos en un nuevo momento histórico en que hay ya una guerra sorda del mundo de la “nueva pobreza y miseria” contra los pudientes de arriba y hasta aquellos de abajo que son vistos como pudientes?.”
Este problema, en los sectores de los de abajo ya no tiene como referencia una ideología con valores obreros, por lo que se está produciendo otra. Puede ser el caso de marginados totales, campesinos sumidos en la miseria total que engrosan los cinturones de pobreza en los asentamientos periféricos de las metrópolis.
“¿No guarda relación con gran parte de lo mencionado esa política llamada “Seguridad ciudadana”?. Esa política que ayudada por los medios, establecen que cada “miserable” es un enemigo común?. ¿No están pretendiendo (¿y logrando?) que avance un alianza táctica de la policía (del sistema) con los que tienen algo?. Aunque ese algo sea solo un trabajo seguro y bien remunerado. ¿No estaremos haciendo trinchera común, a veces de manera sutil, en la lucha contra los “miserables”, que para su supervivencia y reproducción el sistema lleva adelante en esta etapa?. Muchas reflexiones nos sugiere esta nueva situación”:
La guerra entre “los miserables” y contra aquellos que poco tienen. La guerra entre los pobres por un lado, y por el otro los levantamientos populares a lo largo de toda América. Estas luchas, no como hechos espontáneos aislados, sino fruto de la organización del pueblo y su resistencia, componen aún un vector rebelde, que con violencia, donde a pesar del contexto general, quizá vaya viniendo desde este mundo de los más oprimidos.
Allí es donde cala la fragmentación, generando nociones y valores vinculados a la “cultura del vivo”, del oportunista, del que mira qué se asoma para prenderse, una pequeña porción de aquello que fuere el bienestar mediatizado producto del marketing y las nuevas necesidades que genera el capitalismo.

d. Estrategia y táctica.
Es necesario acercar al concepto de poder popular algunos puntos que han sido elaborados por nuestra organización ya desde 1970.
La actividad regular de una organización política debe tener como actividad importante el prevenir situaciones, escenarios posibles en cuanto al desarrollo de las luchas concretas, la política en un margen amplio y también en cuanto a políticas sectoriales, la economía, todo ello en un contexto de tiempo a futuro. Este análisis incluye también una línea de acción a adoptar por la organización a los efectos de incidir sobre estos en un sentido eficaz y adecuado.
A estas previsiones es a lo que le llamamos línea estratégica. Una línea estratégica es válida mientras perdura la situación general a la cual corresponde. Naturalmente si la situación general experimenta cambios muy importantes, estos alterarían las condiciones dentro de las cuales tiene que operar la organización y ésta, si quiere actuar con eficacia, tendría que revisar su estrategia para adecuarla a la nueva situación.
Es de orden aclarar que ello no lleva en forma implícita, ni por asomo, la modificación de los objetivos perseguidos, los fines, ni los principios ideológicos. La estrategia tiene que ver con la operatividad, el ordenamiento de la práctica política de la organización. Esta puntualización es de rigor, dado que frecuentemente, hay quienes convierten formulaciones tácticas o estratégicas en principios. Lo peligroso aquí es transformar una valoración o condición del momento en un principio que pueda desviarse en un peligroso dogma de aplicación y utilidad universal.
Íntimamente ligado a la estrategia, quien proporciona lineamientos generales para un período de tiempo, la táctica es lo que encarna en la realidad concreta y cotidiana. Es lo que traduce a los hechos.
En el campo de la táctica las opciones son más flexibles, las opciones responden a problemas más precisos, concretos, inmediatos. No obstante ello no pueden situarse a contracorriente con la estrategia, debe de confluir en ella.
Una concepción estratégico – táctica, adecuada tiene que tener en cuenta la situación real del período para el cual se pretende aplicar. Y aún con esto no basta, lo hechos, la practica, la experiencia “pura” “inmaculada” no basta. En la realidad, también, la experiencia “pura” no existe. La organización llegará a una concepción a partir de ciertos presupuestos (implícitos o explícitos) que son ideológicos, teóricos.
No puede existir una estrategia apolítica, neutral ideológicamente. Ella se nutre de las valoraciones, objetivos, fines, principios, de la organización que la plantea. La organización como conjunto, como cuerpo. Nunca será ajena a las pautas morales, éticas, que la consideran y moldean, que delimitan su tiempo, buscan y analizan su vigencia y actualidad, realizan los ajustes tácticos para adecuarla al momento. Será un trabajo intelectual, colectivo, con mayor aporte o presencia personal, pero no estará exenta jamás de nuestro odio a este mundo enfermo, y nuestros amores por una sociedad libre, con abolición de clases, nuestro Socialismo Libertario.

e. Estrategia en un sentido estricto.
Habíamos llegado a la conclusión, en discusiones congresales, que entre los conceptos de Estrategia General y táctica había una especie de vacío en el medio. Es decir, había cuestiones que si bien no correspondían a la Estrategia tampoco entraban en el terreno de la táctica. Es de allí que surge la definición provisoria de Estrategia en sentido estricto.
A este concepto, ya elemento del conjunto estrategia – táctica, le asignamos la facultad de hacer un diseño general pero en el plano de un acercamiento mayor a la acción social – política. Es decir, este concepto de estrategia en sentido estricto lleva en sí los lineamientos generales ya establecidos en diferentes campos, pero opera como herramienta para acercar aún más a la realidad social. Significa no operar en la realidad en forma pragmática o solamente empírica y tampoco limitados en la dimensión táctica. A modo de síntesis y aporte adicional, es necesario observar que nuestra discusión nos lleva a comprender que el cambio en la orientación de la táctica, puede llevar en relación a las prácticas que se definan, a un cambio, sea mayor o menor, de la estrategia.
A su vez será quien nutra de orientación coyuntural al Programa de trabajo para el período que se estime conveniente considerar.

f. El Programa.
Según resoluciones congresales al programa “lo situamos específica y concretamente en el campo de las prácticas sociales. En el campo que se expresan las tensiones y luchas sociales”.  Deberá tomar la evaluación que se realice de la sociedad, el sistema, y ubicar el espacio de acción donde desplegar la militancia.
Debe comprender también “la orientación del conjunto de nuestra acción para un período”. Pretende pues, no ir haciendo y realizando las tareas en función de cómo se presenten, o como se vayan dando. Tampoco pretende analizar aisladamente cada cosa que aparece, ni darse por concluido u obsoleto cuando el avance no es inmediatamente visible. Se trata de forjar objetivos y avanzar hacia ellos. Lo dicho implica, claro está que habrá actividades que no encararemos, hechos en los que no estaremos. Ellos pueden ser importantes y hasta espectaculares, pero, no cuentan si no encajan en los propósitos para la etapa de nuestro programa. También es de considerar que se presenten las más diversas situaciones, donde estemos en minoría, o con complicaciones, en situaciones que sí condicen con nuestra propuesta programática. Estas luchas, sean que traigan mejoras para el pueblo, sean experiencias autogestionarias, de defensa de derechos ya conquistados, deberán contar con nuestro apoyo, y aún más aquellas de tono combativo y adecuado sentido social.
En este contexto y marco programático es donde se debe considerar el tiempo. ¿Cómo evaluar actividades y acciones concretas en relación a objetivos de mediano o largo aliento?. Hay trabajos que van dando sus resultados en relación al tiempo en el que se procesa la lucha. La acumulación político – social que podamos desarrollar es compleja, se combinan en este tiempo aciertos y errores, correcciones y reiteraciones. El puntualismo, la tarea episódica como política no conduce a ningún puerto por sí sola.
El programa, entonces, deberá evaluar constantemente nuestros recursos, nuestra fuerza, nuestra energía, la capacidad de la militancia. Es allí donde los objetivos del programa guardan una íntima relación con la fuerza que podamos dar, con las perspectivas de crecimiento y desarrollo en el campo político – social. El programa no comprende solo el ordenamiento del trabajo hacia fuera, implica necesariamente hacer lo mismo hacia adentro, agregaríamos hacia toda la dinámica y ritmo de militancia que nos demos y nos damos los anarquistas organizados en una organización política y con perspectivas de militancia popular. “Descuidar la tarea en cualquiera de los dos planos nos trae de la mano una hipertrofia particularmente delicada. Hay que cuidar que el conjunto de la actividad marche coherentemente”.
Que la organización política no quede desatendida. El “recipiente” que recoge los frutos del trabajo militante es la organización especifista, la organización política. Ella aúna los esfuerzos y da continuidad y sentido a la acción. Es la custodia de una finalidad de cambio. Impulsa el crecimiento de conciencia combativa y transformadora en la población y va sufriendo su propia transformación en el marco de esa tarea. Si nuestra fuerza y presencia hacia fuera crece precisamos al mismo tiempo una organización específica con la fuerza correspondiente a los que se incide en el campo de las relaciones sociales. Este concepto es de relevancia y tiene implicancias decisivas en como encarar una estrategia operativa y de ruptura en las actuales circunstancias.

g. Etapa de resistencia: poder popular y ruptura.
La realidad, la cotidianidad, las condiciones sociales, políticas e ideológicas parecen señalarnos que no estamos ante un escenario de situación revolucionara, ni siquiera de acumulación combativa. Es sumamente necesario pensar en esto, no para hacer una discusión teórico – abstracta sino para articular nuestro quehacer hoy. En esta perspectiva, es que establecemos que la nuestra, es una etapa de resistencia. Esta línea general, no trata ni por asomo, dejar de tener en cuenta, en los análisis debidos, la lucha armada de la guerrilla colombiana ni a esa creativa y vigorosa fuerza del movimiento zapatista de claro y nuevo signo revolucionario.
Dice un documento de nuestra organización: “Y esa resistencia está alumbrando un futuro distinto, la posibilidad de la radical transformación de este orden. Resistencia, entonces, para esta etapa. Para fortalecer luchas, para levantar la moral, para recrear la confianza en las propias fuerzas, para pensar en un mañana justo, para crear una alternativa colectiva, para combatir el individualismo y el derrotismo, para rescatar la solidaridad, para generar nuevas posibilidades revolucionarias”.
El trabajo, en la resistencia, debe conjuntar las prácticas que demuestren coherencia en este plano. Esto quiere decir que no convivan, por inercia de experiencias anteriores, prácticas sociales y políticas que se correspondan con otro momento de la sociedad en conjunto con el actual momento histórico. Este desfazamiento puede generar confusión y llevar a que no tengamos una práctica en el medio social, por lo que la misma intención revolucionaria no necesariamente conllevará en sí las prácticas para un momento diferente.
Estas prácticas, para nuestra organización, deben de girar tomando como eje, como concepto motor al poder popular. Es por ello que él se convierte en un elemento constitutivo de la estrategia, y en su significado más estricto, se transforma en un componente elemental y transversal a las prácticas revolucionarias que podamos generar, ya en el seno de las organizaciones del campo popular.
Es así que pretendemos y proponemos esta resistencia, con dinámicas y prácticas en su seno para construir un mundo nuevo, para resignificar la democracia (para nosotros democracia directa dada la connotación histórica que este concepto finalmente ha tenido). Practicar la solidaridad, el apoyo mutuo, para crear y recrear nuevas nociones jurídicas que se apoyen en la libertad.
Ahora bien, asegurar la viabilidad de implantación del poder popular, así como lo hemos definido desde nuestra corriente libertaria, está relacionado directamente a una definición determinada de ruptura revolucionaria. Este debate es uno de los núcleos fundamentales de la izquierda latinoamericana. Existen algunos planteos que no apuntan al empoderamiento del pueblo, sino a buscar su apoyo, canalizar su energía combativa y ansias de cambio social. Todo ello llevado hacia lo institucional, al sistema de dominación.
Pero lo nuestro es distinto, el proceso de poder popular deberá llevar en su esencia Autonomía. De ella depende el camino que lleve un proceso revolucionario como las connotaciones que tengan las acciones que combatan al sistema. La tarea debe contar con una acumulación efectiva del pueblo creando instancias organizativas que le son propias, nuevas formas, nuevos mecanismos, que generen un contexto finalmente de ruptura revolucionaria en términos de desenlace popular.
En materiales de FAU se destaca: “No caben dudas, la historia lo está señalando, que las posibilidades de construcción socialista se fortifican en proporción a la participación popular y se debilitan si los eventos de rebelión son concebidos exclusivamente desde un punto de vista que tiene a cambios copulares dentro de una estructura de dominación”.
Desde el punto de vista del poder, no se trata simplemente de quitarle a las clases dominantes su poder global centralizado, sino de difundirlo, descentralizarlo en los organismos populares: transformarlo en otra cosa. Transformarlo en una nueva estructura político – social.
Así lo planteaba hace unos años Bakunin: “La libre Organización seguirá a la abolición del estado. La sociedad podrá y deberá empezar su propia reorganización que, sen embargo, no debe efectuarse de arriba abajo, ni de acuerdo con algún plan ideal proyectado por unos pocos sabios o filósofos, ni mediante decretos promulgados por algún poder dictatorial, o incluso por una Asamblea Nacional u elegida por sufragio universal. Tal sistema, como ya se ha dicho, llevaría inevitablemente a la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, a una clase de personas que nada tiene en común con las masas del pueblo; y esta clase volvería con toda certeza a explotar y someter a las masas bajo el pretexto del bienestar común o de la salvación del Estado… En efecto, ¿Qué vemos en la Historia? Que el estado ha sido siempre el patrimonio de una clase privilegiada.”
Así serán las cosas, crear y recrear, fortalecer y consolidar las organizaciones obrero – populares, del conjunto de los oprimidos y defender su protagonismo, encausar esta pelea es para nosotros el único socialismo posible. Paso a paso, con la estrategia que nos demos los Anarquistas siendo parte íntima del pueblo y sus nociones y practicas solidarias. En la derrota del orden capitalista y autoritario está el poder popular como nueva realidad, y se juega todos los días, en relación a como se orienta y concreta el trabajo político y social permanentemente.
El trabajo, la lucha, de remover todo lo viejo, desplazarlo, desconstruir su estructura. En tarea cotidiana, siempre de abajo hacia arriba, combatiendo la guerra entre los de abajo, pensando, creando la resistencia, practicando en lo poco o mucho que podamos la sociedad futura, la nueva civilización.
Esa es nuestra necesidad, más que un anhelo, debe ser algo inmediato, un problema bien formulado para todos los días. Con la organización especifista para nuclear a los Anarquistas, para soñar y pensar la libertad, para fortalecernos y profundizar los lazos que estrechemos con nuestro pueblo. Con los vecinos, los compañeros de trabajo, con los Ateneos en los barrios, con los Sindicatos, el movimiento estudiantil, con todas las expresiones de pueblo oprimido, dominado, con intensiones de ruptura, de perder definitivamente y por siempre las cadenas. Con todos nuestros hermanos caídos en la pelea con un mundo nuevo en el corazón, generación tras generación.
En la memoria siempre, con “una gota de plomo en el lacrimal”, con las ganas de encarnar a este mundo de libertad, que nos sacan de los márgenes “racionales” y “correctos”, con la exigencia de la acción directa como elemento constitutivo de la lucha y la nueva humanidad.
Con Durruti y las enseñanzas que nos ha dejado el anarcosindicalismo clasista de la CNT – FAI, con nuestro hermano a la distancia “el Quico” y todas las mujeres y hombres que han soñado esa España que se plantó fusil al hombro contra el mundo de la opresión sea de oriente u occidente. Con nuestros asesinados, torturados, desaparecidos, caídos en la pelea por la libertad y con el corazón entramado en la pelea. Con la miseria ante nuestros ojos y atravesando nuestra vida, dándonos las herramientas para combatir y sin contener el asco contra los criminales de nuestra clase. Con la rabia, tan necesaria, ante tanta inmundicia capitalista. Con la necesidad de forjar la unidad como realidad en la lucha y no como slogan fanfarrón, engañoso y manipulador.


Por el Socialismo y la Libertad.
“Construiremos un mundo nuevo,
Porque llevamos un mundo nuevo,
En nuestros corazones”.
Hasta la utopía siempre!!!.
Arriba los que luchan!!!.
FAU.

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